Henry Kissinger: “Coronavirus alterará el orden mundial para siempre”
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Henry Kissinger: “Coronavirus alterará el orden mundial para siempre”

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Cuando hablamos de teorías conspirativas como las del Nuevo Orden Mundial, uno de los nombres que inmediatamente se suelen asociar, es el del veterano ex-secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger.

Kissinger recién ha compartido en su columna en The Wall Street Journal una opinión la cual traemos aquí, cuyas líneas no tienen desperdicio. Sea usted, amigo lector, quien sepa leer entre líneas y entender.

“Los Estados Unidos deben proteger a sus ciudadanos y, con urgencia, trabajar en la planificación de una nueva época”, afirmó Kissinger.

“La atmósfera surrealista que ofrece la pandemia de Covid-19 me recuerda cómo me sentí cuando era joven en la 84ta División de Infantería durante la Batalla de las Ardenas. Ahora, como a fines de 1944, existe una sensación de peligro incipiente, dirigido a ninguna persona en particular y que golpea al azar y devastadoramente”, escribió Henry Kissinger en su columna publicada el 3 de abril en The Wall Street Journal.

Sin embargo, advirtió, hay una diferencia importante entre ese tiempo lejano y el nuestro: “La resistencia estadounidense fue entonces fortificada por un propósito nacional. Ahora, en un país dividido, es necesario un gobierno eficiente y con visión de futuro para superar los obstáculos sin precedentes en magnitud y alcance global. Mantener la confianza pública es crucial para la solidaridad social, para la relación de las sociedades entre sí y para la paz y la estabilidad internacionales”.

Para el ex secretario de Estado norteamericano las naciones son coherentes y prosperan con la creencia de que sus instituciones pueden prever calamidades, detener su impacto y restaurar la estabilidad. “Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado”, pronosticó.

“La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus. Discutir ahora sobre el pasado solo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer”, agregó.

“La administración de los Estados Unidos ha hecho un trabajo sólido para evitar una catástrofe inmediata. La prueba final será si la propagación del virus puede ser detenida y luego revertida de una manera y en una escala que mantenga la confianza del público en la capacidad de los estadounidenses para gobernarse a sí mismos. El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus”, aseguró.

Sin embargo, advirtió que la agitación política y económica que ha desatado podría durar por generaciones. “Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con visión y programa de colaboración global. Si no podemos hacer ambas cosas a la vez, enfrentaremos lo peor de cada una”.

Extrayendo lecciones del desarrollo del Plan Marshall y el Proyecto Manhattan, afirmó Kissinger, Estados Unidos está obligado a realizar un gran esfuerzo en tres dominios. Primero, apuntalar la resiliencia global a las enfermedades infecciosas. “Los triunfos de la ciencia médica, como la vacuna contra la poliomielitis y la erradicación de la viruela, o la emergente maravilla estadística-técnica del diagnóstico médico a través de la inteligencia artificial, nos han llevado a una complacencia peligrosa. Necesitamos desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para el control de infecciones y programas de vacunación a escala de grandes poblaciones”.

En segundo lugar, apunta, hay que esforzarse por sanar las heridas de la economía mundial. “Los líderes mundiales han aprendido importantes lecciones de la crisis financiera de 2008. La actual crisis económica es más compleja: la contracción desatada por el coronavirus es, en su velocidad y escala global, diferente a todo lo que se haya conocido en la historia. Y las medidas necesarias de salud pública, como el distanciamiento social y el cierre de escuelas y negocios, están contribuyendo al dolor económico. Los programas también deberían tratar de mejorar los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables del mundo”.

Tercero, finaliza, deben salvaguardarse los principios del orden mundial liberal. “La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurarse esos beneficios por sí mismas.

“La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas”.

Las democracias del mundo necesitan defender y sostener los valores de la Ilustración. Un retiro global del equilibrio del poder con legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse en simultáneo con el esfuerzo por superar la pandemia. Todas las partes deben hacer un ejercicio de contención, tanto en la política nacional como en la diplomacia internacional. Se deben establecer prioridades.

“El desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo”. concluyó Kissinger.

Las condiciones para la implementación de un nuevo orden mundial están claras. Los teóricos de la conspiración global tendrán bastante material para elucubrar y deleitarse, mientras la realidad se estrella en todo el mundo alterando de facto la anterior normalidad que tal vez nunca más vuelva a ser.

Ver también:

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