Editorial-01032019
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Editorial 1ro de Marzo 2019

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Este es nuestro segundo Editorial. Días muy cargados de eventos y circunstancias han transcurrido esta última semana, y podríamos escribir días enteros sobre cada acontecimiento, sus detalles, los horrores, la angustia, la indignación…y la decepción.

La decepción, un arma de cuidado

Sí, porque la decepción ha sido un arma de guerra psicológica y emocional que se ha utilizado sistemáticamente contra todos, y ha causado mayores estragos que cualquier otra arma. Gracias a la decepción se abren las puertas de la mente y de las emociones para la toma de decisiones de retirada, de bajar los ánimos, de bajar la guardia. A partir de allí las circunstancias toman color de urgencia, y las decisiones se van tomando resultando en éxodo, despedidas, separaciones, cierre de empresas, despidos, y un largo etcétera.

Mientras se juega a la decepción, el enemigo vence imponiéndose. Al enemigo, sea del color que sea, no le importa Usted. Al enemigo le importa el poder por el poder, el dinero por el dinero y usted no cuenta en absoluto. El daño psicológico está hecho cada vez que a Usted  lo esperanzan y decepcionan.

¿Qué está pasando?

Estamos en una situación de guerra. El narcorégimen decidió desafiar a todo el componente internacional y con la seguridad de la inacción por parte de la oposición, y una oficialidad deshecha moralmente en las fuerzas armadas.

Dá el paso frontal de tomar el control a la fuerza y a muerte mientras la “comunidad internacional”  sigue el guión de muchas otras ocasiones en la historia, y sólo se limita a “encomendarnos a Dios” y hablar de elecciones.

No es malo que se nos encomiende al Altísimo, de hecho es indispensable, sin embargo la diplomacia no sólo es lenta, sino impotente para correr a la misma velocidad que las desgracias que suceden día a día, y a veces hora tras hora.

Se concretó un escenario de guerra en nuestro país, en el que se atacó a civiles que transportaban ayuda humanitaria. Se ha masacrado a miembros de la etnia pemón en el estado Bolívar. Y todo ante los ojos del mundo, y en tiempo real. Es una nueva dimensión de desafío del mal ante una comunidad global hiperconectada.

Es una declaración de guerra a la población civil en los hechos. El marco jurídico internacional, a la luz de los tratados internacionales,  señala hacia los convenios de Ginebra, cuya invocación es aplicable, y en el orden interno, el Art 187, Numeral 11 de la Constitución que faculta la solicitud de asistencia militar extranjera señala hacia la medida inmediata si de verdad se trata de liberar al país de estas circunstancias. Sin embargo ¿qué pasa?

Los venezolanos estamos paralizados. Salvo el desahogo en los espacios de redes sociales, especialmente en Twitter, la verdad es que las calles no tienen gente protestando, ni hay lucha más allá de la retórica multisápida, y las batallas de egos y delirios de superioridad  que se consiguen en esa red social.

El daño psicológico, punto con el que comenzamos este editorial, ha sido y es de proporciones bastante complejas.

Esperando por instrucciones evidentemente cargadas de irresponsabilidad – como por ejemplo, pretender dejar a personas indefensas como una suerte de “carne de cañón” – así como  esperando por una “salvación militar extranjera” que no tiene por qué llegar “a juro”,  aunque están dadas todas las condiciones para que ocurra, ni hay obligación de ningún país en hacer semejante “rescate”,  ciertamente hay paralización de iniciativas e indefensión ante el agravamiento de las condiciones económicas a causa de la hiperinflación galopante que atropella a los venezolanos.

Mientras tanto más venezolanos mueren a diario. Más neonatos mueren a diario. Más hambre y menos capacidad de comer.  Cada día cuenta. No es cosa de cifras, se trata de vidas.

Esperar en Grupo de Lima, en la ONU, en la OEA es sólo ver pasar los días mientras la gravedad avanza. Se habla de elecciones, pero no se habla de condiciones de viabilidad para esas elecciones, como si depurar el registro electoral, disponer de nuevos árbitros y métodos de celebración de escrutinios fuera algo sencillo, y no estuviera corriendo una hiperinflación asesina. Y sobre todo, no se está hablando del “cese de la usurpación” como pre-requisito indispensable para acudir a esas elecciones.

Es fácil opinar sobre Venezuela cuando no se padece en carne propia y en el propio suelo venezolano la tragedia de este socialismo maldito.

Pero lo más peligroso, es que es muy fácil autoengañarse, creándose expectativas y justificaciones ante la incertidumbre.

Esperanzas Vs coraje

Las expectativas en momentos como éstos son un arma de doble filo. El jugar a la esperanza sólo está ocasionando nuevamente decepción. Y la decepción lleva a una variedad de emociones y estados mentales como la depresión, la apatía y el escepticismo.

No es momento de hablar de esperanzas sino de coraje. Un verdadero apoyo a la supuesta ruta de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres necesita, para lograr ese primer punto del cese de la usurpación, contar con un llamado coherente a la auténtica desobediencia civil, la cual puede articularse de manera eficaz con iniciativa y seguridad.

Sin embargo el quiebre del régimen sigue, aunque pareciera que ello no le conviene a muchos que hablan de elecciones con el usurpador participando como candidato, cosa por demás aberrante e inaceptable.

Los venezolanos hemos perdido nuestra iniciativa por esperar en otros, aunque es bienvenida toda la ayuda en función de sumar en el logro de la liberación de esta narcodictadura de mediocres, cobardes, criminales y cómplices vestidos de oposición.

Sin embargo  sólo si recuperamos nuestra iniciativa y marcamos el rumbo de los acontecimientos por pasar, toda ayuda será eficaz en el logro de la salida del narcorégimen.

Sólo si recuperamos nuestra iniciativa y marcamos el rumbo de los acontecimientos por pasar, lograremos ser libres.

 

¡Qué tuquequismo!

El Tuqueque

 


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