Según el Fondo Monetario Internacional, el declive de la economía venezolana alcanzará el 65% y se cuenta entre los principales colapsos económicos ocurridos en el planeta durante el último medio siglo.
El FMI ajustó su pronóstico para Venezuela durante 2019 a una contracción de 35% –un incremento respecto al declive de 25% pronosticado en abril– debido a una drástica reducción en la producción petrolera, que ya ha descendido a su mínimo de las últimas siete décadas.
El caso de Venezuela es considerado un “caso histórico” y sin precedentes en la región, tomando en cuenta que se trata de un declive cuyas causas no son consecuencia de un conflicto armado.
El FMI pronostica un crecimiento del 0,6% este año en América Latina y el Caribe, pero si el cálculo excluye a Venezuela el promedio de crecimiento regional este año es de 1,3%.
Mientras tanto las cifras de la migración masiva de venezolanos debido a la calamitosa situación del país aumentan de manera sostenida, y el FMI estima que serían unos 5 millones de venezolanos hacia los meses finales de este año.
La crisis venezolana no sólo es una cuestión de economía. La crisis en Venezuela se mide de múltiples formas: la caída de los precios petroleros, la baja de la explotación de crudo a menos de la mitad el último año, los asesinatos en las manifestaciones políticas, las denuncias de tortura, la hiperinflación que devora los salarios, y también niños dejados atrás por sus progenitores que han debido emigrar buscando oportunidades de mejorar sus condiciones de vida y así ayudar a sus familias.