La rebelión del Grupo Wagner llegó a su fin. Mucho más temprano que cualquier pronóstico de analistas occidentales, la insubordinación terminó este sábado con el repliegue de las columnas mercenarias que se dirigían a Moscú.
La rebelión del Grupo Wagner terminó
El grupo Wagner es una compañía militar privada rusa que opera en varios países en conflicto, como Siria, Libia y Ucrania. Está vinculado al empresario Yevgueni Prigozhin, conocido como el “chef de Putin” por sus negocios de catering con el Kremlin.
El pasado 24 de junio, el grupo Wagner anunció una rebelión armada contra el gobierno ruso, acusando al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, de ordenar un ataque con misiles contra sus bases en la frontera con Ucrania. Prigozhin afirmó que el objetivo del ataque era desintegrar a Wagner y debilitar la posición rusa en la guerra con Ucrania.
El líder de los mercenarios dijo que su acción no era un golpe de Estado, sino una “marcha por la justicia” y exigió la presencia de Shoigu para pedirle explicaciones. Además, denunció que el Kremlin había engañado al presidente Vladimir Putin sobre la situación real en Ucrania y que los altos mandos militares eran corruptos y traidores.
La reacción del Kremlin ante la rebelión
El Kremlin calificó la rebelión del grupo Wagner como una “puñalada por la espalda” y una “traición” a Rusia. Putin ordenó la apertura de una causa penal contra Prigozhin por incitar a la rebelión armada, un delito que puede ser castigado con hasta 20 años de cárcel.
Además, el presidente ruso movilizó a las fuerzas de seguridad para detener el avance de los mercenarios hacia Rostov, una ciudad estratégica donde se encuentra el mando militar sur.
El principal comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, Sergei Surovikin, hizo un llamado a los rebeldes para que se detuvieran y obedecieran la voluntad de Putin.
Sin embargo, el grupo Wagner logró entrar en Rostov sin disparar un tiro, y afirmó haber recibido el apoyo de la población y de algunos soldados rusos. Prigozhin declaró que controlaba la ciudad y que estaba dispuesto a negociar con el Kremlin para poner fin a la crisis.
Cómo se resolvió la crisis
Después de varias horas de tensión y supuestas negociaciones secretas con el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, Prigozhin anunció el retiro del grupo Wagner para evitar un baño de sangre. Según fuentes cercanas al proceso, el Kremlin aceptó retirar los cargos contra Prigozhin y permitirle salir del país hacia Bielorrusia, además de cocneder amnistía plena a los mercenarios de Wagner.
Así se puso fin a la mayor crisis interna que ha enfrentado Putin desde el inicio de la invasión de Ucrania en 2014. La rebelión del grupo Wagner ha evidenciado las fisuras dentro del sistema político-militar ruso y ha cuestionado la autoridad y el control de Putin sobre las fuerzas armadas.
Además, la crisis ha tenido repercusiones en el conflicto con Ucrania, donde Rusia ha perdido parte de su capacidad ofensiva y ha mostrado su vulnerabilidad ante posibles sanciones internacionales. Por otro lado, la intervención de Lukashenko ha demostrado su papel como mediador entre Rusia y Occidente, y ha fortalecido su posición frente a las protestas internas.
Análisis: ¿Qué significa la rebelión del grupo Wagner para Rusia y el mundo?
La rebelión del grupo Wagner ha sido un acontecimiento inédito que ha sacudido los cimientos del poder ruso y ha abierto interrogantes sobre el futuro de Putin y su proyecto político.
El desafío de los mercenarios sacó a flote las contradicciones y los conflictos internos que existen dentro del sistema ruso, así como las limitaciones y los riesgos de su intervención en Ucrania.
La crisis puso en evidencia la falta de transparencia y de rendición de cuentas del Kremlin, así como la dependencia de Putin de actores privados y paralelos para llevar a cabo sus objetivos estratégicos. También mostró la fragilidad de la lealtad y cohesión de las fuerzas armadas rusas, que pueden verse tentadas por intereses personales o ideológicos.
Esta rebelión también deja un impacto global, ya que generó incertidumbre sobre el rumbo de la política exterior rusa. La rapidez de la crisis quitó tal vez momentum para que Ucrania y Occidente ganasen terreno, y procurasen una mayor presión para acabar con la guerra de ocupación de Rusia en territorio ucraniano.
Al mismo tiempo, esta crisis reforzó el papel de Bielorrusia como un actor clave en el escenario internacional en este conflicto, y como un posible puente entre Rusia y Occidente.
Cabe mencionar también que la rebelión del grupo Wagner ha tenido un costo político y reputacional para Putin y Lukashenko. Putin mostró debilidad y división dentro de su sistema y ha perdido credibilidad ante sus aliados y enemigos. Lukashenko por su parte tuvo que intervenir para evitar una guerra civil en Rusia, lo que puede generarle problemas con sus opositores internos y externos. Además, el grupo Wagner sufrió bajas y daños en sus bases, y tuvo que abandonar el país.
Sin embargo esta crisis ha servido en resultados más pragmàticos como una suerte de “caída y mesa limpia”, que permite a Putin filtrar con certeza quienes están con él, y quienes están dispuestos a darle la espalda.
La rebelión del grupo Wagner ha sido, en definitiva, un episodio que ha marcado un antes y un después en la historia reciente de Rusia y que tendrá consecuencias a largo plazo para su estabilidad interna y su proyección externa, más allá de cualquier cálculo.
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