Se fueron los Oscars 2025 con sabor a rareza
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Se fueron los Oscars 2025 con sabor a rareza

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La 97ª edición de los Premios de la Academia acaba de bajar el telón en el Dolby Theatre, y lo que vimos fue una mezcla de sorpresas, desaires flagrantes y un Conan O’Brien intentando –a veces sin éxito– mantener a flote una ceremonia que, seamos honestos, se tambaleó entre lo predecible y lo francamente cuestionable. Así se fueron los Oscars 2025 con sabor a rareza.

Mientras Hollywood se pavonea con sus estatuillas doradas, aquí en este rincón irreverente no nos tragamos el cuento de que todo fue magia y glamour. Hubo ganadores, claro, pero también hubo omisiones que gritan más alto que los discursos lacrimógenos. Esto es lo que pasó, sin filtro y sin caer en la cursilería complaciente que la Academia tanto ama.

Conan O’Brien: El anfitrión que no salvó la noche

Conan O’Brien debutó como maestro de ceremonias con su humor mordaz y esa vibra de “tipo raro pero cool” que lo caracteriza. ¿El problema? Sus chistes, aunque ingeniosos (esa pulla a Kendrick Lamar y Drake fue oro puro), no lograron disimular que la gala se sintió más larga que un día sin Wi-Fi. Hubo momentos brillantes, como su referencia al halftime del Super Bowl, pero también silencios incómodos que dejaron claro que la Academia sigue sin entender cómo hacer una ceremonia ágil.

Conan hizo lo que pudo con un guion que parecía escrito por un comité de burócratas obsesionados con no ofender a nadie, pero hasta él no pudo evitar que el público desconectara en tramos. Punto para él por intentarlo; cero puntos para la Academia por no arriesgarse.

‘Anora’ arrasa, pero ¿fue realmente una sorpresa?

Neon salió con los brazos en alto esta noche: Anora, dirigida por Sean Baker, se llevó cinco premios, incluyendo Mejor Película, Mejor Director, Guion Original, Edición y Mejor Actriz para Mikey Madison. Sí, cinco estatuillas para una cinta indie sobre trabajadoras sexuales y caos neoyorquino. ¿Un triunfo del cine arriesgado? Tal vez. Pero también huele a esa típica jugada de la Academia de premiar algo “valiente” para luego ignorar propuestas igual de audaces en otras categorías.

Madison se impuso a Demi Moore (The Substance), y aunque su actuación fue una bomba emocional, no podemos evitar preguntarnos si esto fue un desaire deliberado a Moore, cuyo trabajo visceral merecía más que aplausos de consolación. Anora dominó, sí, pero su victoria no borra las incoherencias de la noche.

Ganadores que rompieron moldes (y otros que no tanto)

Adrien Brody se llevó Mejor Actor por The Brutalist, su segundo Oscar, demostrando que todavía tiene gasolina para emocionar tras su icónico triunfo en 2003.

Zoe Saldaña hizo historia como la primera estadounidense de ascendencia dominicana en ganar un Oscar (Mejor Actriz de Reparto por Emilia Pérez), un momento que brilló entre tanta autocomplacencia.

Kieran Culkin (A Complete Unknown) se alzó con Mejor Actor de Reparto al interpretar a un Roman Roy pobre, y el animado Flow dio a Letonia su primer Oscar en Mejor Película Animada, un golpe inesperado contra titanes como Pixar y DreamWorks.

Sin embargo, no todo fue revolución: Wicked y Dune: Part Two se llevaron premios técnicos (diseño de vestuario y efectos visuales, respectivamente), perpetuando la tradición de la Academia de tirar migajas a los blockbusters mientras finge que valora el cine comercial. ¿Dónde quedó el riesgo?

Desaires y controversias: La Academia siendo la Academia

Hablemos de lo que no pasó. Emilia Pérez, con 13 nominaciones, llegó como favorita pero se fue con apenas un premio (el de Saldaña), un desplome épico tras el escándalo de Karla Sofía Gascón y sus tuits pasados. Gascón, primera mujer trans nominada a Mejor Actriz, se quedó con las manos vacías, y aunque Mikey Madison lo merecía, el tufillo a castigo moralista fue imposible de ignorar.

Timothée Chalamet (A Complete Unknown) también se fue sin nada pese a su buzz, y The Substance –una de las películas más viscerales del año– apenas rascó Mejor Maquillaje y Peinado. ¿Y qué pasa con I’m Still Here o Nickel Boys, nominadas a Mejor Película pero ignoradas en el resto? La Academia sigue premiando lo seguro o lo que encaja en su narrativa de redención, dejando en la cuneta proyectos que realmente desafían el statu quo.

Momentos que valieron la pena (y otros que sobran)

No todo fue un desastre. El opening con Ariana Grande y Cynthia Erivo (Wicked) fue un espectáculo vocal que puso la vara alta, y el homenaje a Quincy Jones por Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey tuvo corazón genuino.

El discurso de Basel Adra y Yuval Abraham al ganar Mejor Documental con No Other Land –un llamado urgente por la paz en Palestina– fue de lo más potente de la noche, un recordatorio de que el cine puede ser más que selfies y vestidos caros.

Como una suerte de contraparte, Adrien Brody dió un largo discurso de aceptación de su premio a Mejor Actor Principal por The Brutalist, en el que denunció el antisemitismo y el racismo. “Estoy aquí una vez más para representar los traumas persistentes y las repercusiones de la guerra y la opresión sistemática y del antisemitismo y el racismo y la alteridad (…) Rezo por un mundo más saludable, más feliz y más inclusivo” expresó.

Pero, ¿otro número musical con Doja Cat y Lisa de Blackpink para un tributo a James Bond? Innecesario. Y esa tendencia de cortar discursos con música de fondo sigue siendo una falta de respeto a los ganadores que tienen algo que decir. La Academia no aprende.

En el segmento más emotivo por los que partieron de este plano, la ausencia de la recién fallecida Michelle Trachtenberg (muy conocida entre los millennials y los Gen Z) quedó fuera del segmento ‘In Memoriam’, sugiriendo una omisión de cuidado.

Por su parte el actor Morgan Freeman dió unas palabras de homenaje a la leyenda Gene Hackman, también recientemente fallecido en extrañas circunstancias junto a su esposa. Momento sin duda con una importante carga emocional.

¿Qué nos deja esta edición? Un sabor agridulce

Los Oscars 2025 nos dieron destellos de grandeza –Anora como faro del cine independiente, Saldaña, Culkin y Brody rompiendo barreras, Flow como underdog triunfador– pero también dejaron claro que la Academia sigue atrapada en su burbuja.

Las decisiones parecen más dictadas por agendas internas y miedo al backlash que por un amor puro al arte cinematográfico. Mientras Hollywood se da palmaditas en la espalda, nosotros nos quedamos preguntándonos: ¿cuándo van a dejar de premiar lo que “deberían” y empezar a reconocer lo que realmente importa?

Hasta el próximo año, cuando seguramente volveremos a despotricar contra esta máquina de egos dorados. Por ahora, apaguen las luces del Dolby y vámonos a casa.

 

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