EE.UU y Canadá en guerra comercial gracias a Trump
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EE.UU y Canadá en guerra comercial gracias a Trump

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Desde esta medianoche, la relación entre Estados Unidos y Canadá, históricamente marcada por la cooperación y la integración económica, ha entrado en una fase de tensión sin precedentes tras la entrada en vigor de aranceles del 25% impuestos por la administración de Donald Trump a la mayoría de los productos canadienses. EE.UU y Canadá en guerra comercial gracias a Trump.

Este movimiento, acompañado de un gravamen del 10% al petróleo y gas canadiense, desencadenó una respuesta inmediata de Ottawa, que replicó con aranceles del mismo porcentaje a importaciones estadounidenses por un valor de 155 mil millones de dólares canadienses.

Lo que parecía una negociación más dentro de la retórica trumpista ha escalado a lo que muchos califican como el inicio de una guerra comercial, con profundas implicaciones para la dinámica binacional y la economía del continente.

Reacciones inmediatas: un continente en vilo

La noticia de los aranceles no sorprendió del todo, pues Trump venía amenazando con esta medida desde su regreso a la Casa Blanca en enero, argumentando la necesidad de presionar a Canadá y México para reforzar la seguridad fronteriza y combatir el tráfico de fentanilo. Sin embargo, la rapidez y contundencia de su implementación han desatado una ola de reacciones.

En Canadá, el ambiente es de indignación contenida pero firme resolución. “Somos gente educada, pero no nos rendimos en una pelea”, declaró el primer ministro Justin Trudeau en una rueda de prensa esta mañana, subrayando que los aranceles estadounidenses “no quedarán sin respuesta”.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se pronunció con firmeza sobre la entrada en vigor de los aranceles impuestos por Estados Unidos a productos canadienses. En una declaración oficial emitida esta mañana, Trudeau calificó la acción estadounidense como “injustificada” y anunció una respuesta contundente por parte de Canadá.

Trudeau afirmó:
“Hoy, tras una pausa de 30 días, la administración de Estados Unidos ha decidido proceder con la imposición de aranceles del 25% a las exportaciones canadienses y del 10% a la energía canadiense. Permítanme ser absolutamente claro: no hay justificación para estas acciones.”

Trudeau destacó los esfuerzos de Canadá para combatir el tráfico de fentanilo, un argumento usado por la administración Trump para justificar los aranceles, señalando que menos del 1% del fentanilo interceptado en la frontera estadounidense proviene de Canadá. “Hemos trabajado incansablemente para abordar este flagelo que afecta tanto a canadienses como a estadounidenses, implementando un plan fronterizo de 1,300 millones de dólares con nuevos helicópteros, personal en terreno y más recursos, logrando reducir las incautaciones de fentanilo provenientes de Canadá en un 97% entre diciembre de 2024 y enero de 2025”, agregó.

En respuesta, Trudeau anunció represalias inmediatas: “Canadá no dejará pasar esta decisión injustificada sin respuesta. A partir de las 12:01 a.m. EST de mañana, impondremos aranceles del 25% a 155 mil millones de dólares en bienes estadounidenses, comenzando con 30 mil millones de inmediato y extendiéndolos a 125 mil millones adicionales en 21 días, hasta que Estados Unidos retire su acción comercial.”

Más tarde, en una conferencia de prensa en Parliament Hill, Trudeau intensificó su tono, acusando a Trump de buscar “colapsar la economía canadiense” para facilitar una supuesta anexión, según reportes de CBC News. “Somos razonables, pero no nos vamos a rajar cuando se trata de Canadá”, afirmó, dirigiéndose tanto a los canadienses como a los estadounidenses para subrayar las consecuencias mutuas de esta guerra comercial.

En Estados Unidos, en cambio, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió la medida como “una acción necesaria para proteger a los ciudadanos americanos”, mientras que sectores empresariales, desde fabricantes de automóviles hasta consumidores, expresaron temor por el encarecimiento de bienes esenciales.

En México, la presidenta Claudia Sheinbaum, también afectada por aranceles del 25% a sus exportaciones, llamó a una “respuesta coordinada” con Canadá, sugiriendo que el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) está bajo amenaza. Analistas internacionales coinciden en que este conflicto podría fracturar aún más la confianza en el comercio regional, en un momento en que la economía global ya enfrenta incertidumbre.

La posición de Trudeau: patriotismo y represalias

Justin Trudeau, en sus últimos días como primer ministro antes de dejar el cargo el 9 de marzo, ha adoptado un tono desafiante que resuena con un creciente sentimiento nacionalista en Canadá.

“Estados Unidos ha lanzado una guerra comercial contra su aliado más cercano. No lo queríamos, pero estamos preparados”, afirmó. Su estrategia incluye una doble ofensiva: por un lado, aranceles de represalia que comenzaron hoy con 30 mil millones de dólares canadienses en bienes estadounidenses (como whiskey, jugo de naranja y productos agrícolas), con planes de extenderse a 125 mil millones más en 21 días; por otro, demandas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el T-MEC, argumentando que las tarifas violan acuerdos comerciales vigentes.

Trudeau también ha apelado al patriotismo económico, instando a los canadienses a “elegir productos locales” y acusando a Trump de buscar “colapsar la economía canadiense para facilitar una anexión”. Esta narrativa, aunque polémica, ha galvanizado a la opinión pública y a la clase política, desde conservadores como Pierre Poilievre hasta socialdemócratas como Jagmeet Singh, quienes han cerrado filas en defensa de la soberanía nacional.

La posición de Trump: América primero a cualquier costo

Desde Washington, Donald Trump ha mantenido su discurso característico, mezclando bravatas con promesas de seguridad. “Canadá y México no han hecho lo suficiente contra el fentanilo y la inmigración ilegal. Estos aranceles son una herramienta para que cumplan”, dijo hoy en una breve declaración desde Mar-a-Lago.

El presidente estadounidense ha insistido en que su objetivo no es solo económico, sino geopolítico, reiterando su idea de que Canadá podría convertirse en el “estado 51” si no se alinea con las prioridades de su administración. “Subsidiamos a Canadá con 200 mil millones al año. Eso se acabó”, añadió, refiriéndose al déficit comercial con su vecino del norte.

Sin embargo, esta postura ha generado críticas incluso dentro de EE.UU. Economistas y líderes empresariales advierten que los aranceles elevarán los precios de bienes como alimentos, automóviles y energía, afectando a los consumidores estadounidenses tanto como a los canadienses.

“Esto no es una guerra comercial, es una guerra de drogas”, replicó el secretario de Comercio, Howard Lutnick, aunque las estadísticas muestran que menos del 1% del fentanilo que ingresa a EE.UU. proviene de Canadá, debilitando el argumento oficial.

Dinámica binacional: una relación histórica en jaque

La frontera entre EE.UU. y Canadá, la más larga del mundo entre dos países, ha sido un símbolo de amistad y comercio fluido. Alrededor del 75% de las exportaciones canadienses van a EE.UU., mientras que Canadá es el mayor mercado para 35 estados estadounidenses. Esta interdependencia hace que cualquier ruptura tenga efectos en cascada. Los aranceles de hoy amenazan con alterar cadenas de suministro integradas, especialmente en sectores como la automoción, la energía y la agricultura.

Por ejemplo, el petróleo canadiense, que representa más del 60% de las importaciones energéticas de EE.UU., podría encarecer la gasolina en el sur de la frontera, mientras que los gravámenes canadienses a productos estadounidenses como la madera o el acero afectarán la construcción y la manufactura.

¿Canadá Estado No. 51?

Más allá de lo económico, la retórica de Trump sobre una posible anexión ha avivado temores de una crisis de confianza. “La alianza más duradera y amistosa del mundo está rota”, señaló un editorial de AP esta semana. Aunque Trudeau logró una tregua de 30 días en febrero tras prometer mayor seguridad fronteriza, el colapso de esas negociaciones refleja la dificultad de encontrar un terreno común con una administración impredecible.

Repercusiones económicas en el continente: un dominó de incertidumbre

Las consecuencias económicas de esta guerra comercial no se limitan a los dos protagonistas. El Banco de Canadá estima que los aranceles podrían reducir el PIB nacional entre un 3,4% y un 4,2%, llevando al país a una recesión de hasta tres años.

En EE.UU., el aumento de costos podría desacelerar el crecimiento y alimentar la inflación, un golpe duro para una economía que Trump prometió revitalizar. México, atrapado en el mismo fuego cruzado, enfrenta riesgos similares, con expertos pronosticando una contracción del comercio regional que podría superar los 200 mil millones de dólares anuales.

A nivel continental, el T-MEC, pilar del libre comercio en América del Norte desde 2020, está en entredicho. Si Canadá y México avanzan con sus demandas en la OMC y el T-MEC, podrían sentarse precedentes legales que alteren el marco comercial por décadas.

Mientras tanto, China, también afectada por un aumento arancelario del 20%, observa desde lejos, posiblemente beneficiándose de las divisiones en el bloque norteamericano.

 

Un futuro incierto: ¿hacia la reconciliación o el abismo?

A medida que las horas pasan desde la entrada en vigor de los aranceles, el continente contiene el aliento. Trudeau, en sus últimos días en el poder, parece decidido a dejar un legado de resistencia, mientras Trump apuesta por consolidar su agenda “América primero” sin importar las bajas.

La dinámica binacional, otrora un modelo de colaboración, enfrenta su mayor prueba en generaciones, con repercusiones que podrían redefinir no solo la economía, sino la identidad misma de América del Norte.

En Ottawa y Washington, las próximas semanas serán cruciales para determinar si este conflicto escala a un punto sin retorno o si, como en el pasado, la razón prevalece entre vecinos inseparables por la geografía y la historia.

Por ahora, el sonido de las campanas comerciales resuena con fuerza, y nadie sabe cuándo dejará de sonar.

 

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