Rusia y Ucrania siguen manteniendo una tensa situación que según analistas entendidos en el tema, pudiera salirse de control en las próximas semanas. Aquí abordamos un resumen de la situación que enfrenta a estos exmiembros de la desintegrada Unión Soviética.
Ucrania, exrepública soviética, como es sabido, obtuvo su independencia después del colapso de la Unión Soviética, en 1991.
Sin embargo Ucrania siempre se ha visto inclinada hacia Occidente y es considerada por Rusia como una amenaza para sus intereses nacionales, y así ha obrado en consecuencia.
En 2014, ocurrieron protestas masivas contra la decisión del gobierno de Ucrania de abandonar planes para un acuerdo de asociación con la Unión Europea, las cuales condujeron a la destitución del entonces presidente ucraniano Viktor Yanukóvich, respaldado por Rusia.
Las protestas en Ucrania fueron multitudinarias, y cientos de miles de personas se mantuvieron en las calles hasta la caída de Yanukóvich.
Rusia acto seguido se anexó Crimea y grupos separatistas, apoyados por Rusia, desataron combates en las regiones de Donetsk y Luhansk, en el este de Ucrania, configurándose una guerra civil en dichas regiones.
Ucrania y Occidente acusaron a Rusia de enviar sus tropas a la región y apoyar con armamento y logística a los separatistas, pero Moscú negó y sigue negando tales acusaciones.
No conforme con la ya grave situación anterior, las tensiones entre Rusia y Ucrania se acentuaron por el acceso al mar Negro y al mar de Azov, que rodean la Península de Crimea.
Tras anexarse Crimea, Rusia reclamó las aguas territoriales frente a la costa de dicha península, lo cual Ucrania no reconoce.
Ucrania por su parte reclama el derecho a patrullar todo el mar de Azov, como lo establece un tratado que suscribió con Rusia y que declara al mar como aguas territoriales compartidas entre ambos países.
A mediados de este año miles de tropas rusas fueron desplegadas cerca de la frontera con Ucrania, en un momento en que un grupo de buques de guerra estadounidenses supuestamente se dirigían al Mar Negro y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia les advirtió que se alejaran “por su propio bien”.
Ese ostentoso movimiento de tropas de Rusia siempre pareció una movida de juegos de fuerza y retórica que busca a todas luces que Occidente le tema.
El ejército de Ucrania está significativamente mejor equipado y entrenado gracias al apoyo de EE.UU. y Europa, y no es descartable un enfrentamiento directo con tropas rusas.
Rusia maneja como excusa para intervenir “directamente” en el conflicto separatista el hecho de haber emitido cerca de medio millón de pasaportes rusos para personas en las autoproclamadas “Repúblicas Populares” de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, y asumir el deber de acudir al rescate de sus ciudadanos si estas autodenominadas repúblicas se enfrentaran a la amenaza de una gran derrota militar.
Los movimientos de tropas rusas han sido constantes desde finales de marzo, siendo captados por imágenes de satélite y videos filtrados en redes sociales que muestran un amplio despliegue de artillería pesada y tropas rusas hacia la región del Dombás.
Según el grupo de investigación Conflict Intelligence Team, el Kremlin no solo ha transportado fuerzas militares a la zona, sino que también ha instalado numerosos campamentos en la frontera.
Ante ello el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, aseguró en una conferencia de prensa que Rusia tiene el derecho de mover “sus fuerzas armadas dentro de su territorio a su discreción”, a la vez que cuestionó lo que consideró como “provocaciones fronterizas” de Ucrania y criticó el deseo de ese país de ingresar a la OTAN.
La manipulación de opinión pública en Rusia ha permanecido activada, especialmente la televisión y canales de Telegram, donde corre con fuerza la matriz de la necesidad de proteger a la población de habla rusa del Dombás.
En todo momento Moscú acusa a Ucrania y a Estados Unidos de preparar un “ataque” que podría afectar intereses rusos en la zona.
Hasta el momento muchos analistas y expertos militares en Ucrania y en el extranjero piensan que al final solo se tratará de una prueba de fuerza o un bloff para medir la respuesta de la administración Biden y de Europa.
Sin embargo estos días de inicio de invierno, en las laberínticas trincheras de Pisky y en los cuarteles y destacamentos del Ejército ucraniano, a lo largo de los 450 kilómetros de la línea del frente, la tensión se ha disparado por la acumulación de tropas rusas junto a sus fronteras.
La idea de que el conflicto, que ha segado unas 14.000 vidas, según estimaciones de Naciones Unidas, pueda estar entrando en una nueva fase, o el temor a otra guerra mayor, es cada vez más fuerte.
Inclusive se filtró a medios de comunicación un documento de la inteligencia estadounidense que advierte de que Moscú podría estarse preparando para una nueva invasión de Ucrania “tan pronto como a principios de 2022″.
De momento el presidente ruso Vladimir Putin ha remarcado que Moscú solo está tomando “medidas técnicas y militares adecuadas” para responder a lo que definió como una creciente actividad de la OTAN en Ucrania y sus alrededores. Pero las declaraciones de los bandos suben de tono peligrosamente cada día que pasa.
“Lo que está pasando en Donbás, lo vemos muy bien, lo sabemos; por supuesto, se parece mucho al genocidio”, dijo Putin en una reunión con defensores de derechos humanos este jueves.
Por su parte Estados Unidos confirmó que le proporcionará la ayuda necesaria a Ucrania para que pueda defenderse en cualquier momento, declaró el jefe del gabinete presidencial de Ucrania, Andréi Yermak, al término de las negociaciones de los presidentes de EEUU y Ucrania, Joe Biden y Vladímir Zelenski. Así se encuentran servidas las cosas.
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