El plebiscito que se ha celebrado este domingo en Chile ha arrojado una abrumadora aprobación por parte de los votantes a la propuesta de cambiar la constitución que rige el ordenamiento jurídico de ese país.Así los chilenos aprueban cambiar su constitución.
“El apruebo” llevaba a sondeos de boca de urna, un margen de 78% contra 22% de rechazo.
Plebiscito de amplio acuerdo político
En el plebiscito de este domingo, acordado por las fuerzas políticas casi un mes después de que estallaran el año pasado las masivas protestas sociales, los chilenos votarán si cambian o no la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), señalada como el origen de las desigualdades sociales que provocaron las manifestaciones a partir del 18 de octubre del año pasado.
Desigualdades y gran descontento
Las bajas pensiones, las deficiencias de la salud y la educación pública y la desigualdad provocaron el año pasado un “estallido social” en uno de los países más estables de América Latina, que fue canalizado hacia un plebiscito constitucional a través de un amplio acuerdo político promovido por el gobierno de centroderecha del presidente Sebastián Piñera.
El referendo debió realizarse en abril, pero debido a la pandemia de Covid-19, que desató una severa crisis económica y elevó el desempleo en Chile a máximos históricos, se tuvo que aplazar.
El país que alguna vez fue “un oasis de estabilidad” en América Latina
El país que alguna fue “un oasis de estabilidad” en América Latina vivirá ahora una nueva etapa en la que la elaboración de un nuevo texto constitucional podrá ser vista como recuerdo de lo que ocurrió en Venezuela entre 1999-2000, cuyo devenir destructivo ya es universalmente conocido.
El presidente de Chile, Sebastián Piñera dijo en la mañana de este domingo tras haber votado, “Tengo la absoluta convicción de que la inmensa mayoría de los chilenos creemos en la democracia y en la paz”, agregó el mandatario, afirmando que no va a permitir “que una minoría se imponga a la voluntad democrática de los chilenos”.
Está comprobado que en América Latina nadie escarmienta en cabeza ajena. Los ejemplos de Argentina, Bolivia y Chile marcan un angustiante y sombrío camino de acompañamiento a la devastación que ya vive Venezuela, y que parece avanzar impunemente por el subcontinente.
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